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La muerte de los ANTÓFILOS

LA MUERTE DE LOS ANTÓFILOS
En un debate patrocinado por el Instituto Earth Watch con sede en la Sociedad Geográfica de Londres, científicos debatieron por determinar cuáles son los organismos más importantes del
planeta ¿hongos, murciélagos, plancton, primates o abejas? Las ganadoras resultaron ser las abejas
A pesar de que la comunidad científica y la sociedad en general reconocen la importancia de las abejas, la forma en que producimos nuestra comida las ha puesto en peligro.
¿Sabías que su salvación está en la punta de tu tenedor?

El término antófilo proviene de las palabras griegas anthos (flor) y philos (amor), y se refiere a aquellos
animales que dependen de las flores para su alimentación, refugio y reproducción. Las abejas se consideran los antófilos más importantes para el medio ambiente y para el humano, debido a la larga historia evolutiva entre plantas y abejas de la cual los humanos nos hemos beneficiado mucho.
Polinización, polinizador, flor polinizada
La polinización es el proceso de transferencia del polen o gameto masculino de una flor a la zona femenina de otra, lo que permite la fecundación de los óvulos. Sólo cuando la flor ha sido polinizada comenzará el desarrollo de las semillas y frutos, lo cual, a largo plazo, posibilitará la generación de nuevas plantas. La polinización es llevada a cabo por una gran variedad de antófilos que mueven el polen de flor en flor, entre ellos escarabajos, mariposas, moscas, colibríes, murciélagos, abejas y más. Pero las abejas son los más eficientes, porque su cuerpo y su forma de procurar a las flores
están especialmente adaptados para llevar a cabo, sin mayor desperdicio, el movimiento de polen.
Un proceso tan vital para las abejas como para las selvas, bosques, desiertos, planicies, playas y cualquier área con vegetación en la Tierra. Por tanto, las abejas son consideradas por los científicos como especies clave en los ecosistemas, ya que la reducción de sus poblaciones puede llevar a un trastorno en las relaciones planta-polinizador. Se estima que su desaparición provocaría cascadas de extinción al romperse la dinámica de reproducción de las plantas y la de aquellos organismos que dependen de ellas.
Esto se debe a que los recursos que aprovechan otros animales, como el alimento y el refugio, están directamente conectados a las plantas polinizadas por las abejas y su influencia en la
producción de frutos y semillas. Pero lo que concierne e importa a los humanos más pragmáticos es que un tercio de lo que comemos depende de la polinización por las abejas. Incluso –y es un dato que pasa desapercibido– la ropa que nos ponemos, ya que la producción de algodón para los textiles depende en buena medida de estos antófilos para su polinización y continuidad.
El hombre y sus ideas
Después de la Segunda Guerra Mundial, el desarrollo de la industria química hizo posible el incremento de la producción de comida debido a la emergente disponibilidad de fertilizantes, herbicidas e insecticidas. Estas sustancias permitieron el cultivo intensivo de una sola especie de planta en un lugar, eliminando en gran medida la preocupación por las plagas. El resultado fue la generalización del monocultivo como método de producción. Sin embargo, los monocultivos pueden considerarse como
desiertos alimenticios para los antófilos, porque sólo crece una especie planta y, por lo tanto, sólo está disponible un tipo de alimento. En consecuencia, los polinizadores se ven forzados a tener una monodieta que a fin de cuentas termina por deprimir su sistema inmunitario.10
La especie de abeja más utilizada a nivel mundial es Apis mellifera; su plasticidad como polinizador generalista la hace muy útil para la polinización de una amplia gama de plantas de cultivo. Pero debido a los monocultivos las colmenas de abejas deben ser trasladadas de
una plantación a otra y, en consecuencia, sufren procesos cíclicos de transportación durante los cuales no pueden salir de la colmena y, por tanto, no pueden defecar. Imaginemos el escenario: comer lo mismo durante tres o cuatro semanas mientras se trabaja todos los días, para posteriormente tener un viaje largo y estresante que conducirá a otras tres o cuatro semanas de trabajo comiendo un solo un tipo alimento. No hay que olvidarlo: esta rutina se repite a lo largo del año.
provocando su muerte.14 A pesar del conocido modo de acción de estos agroquímicos sobre los insectos, hay una defensa férrea y cínica por parte de las compañías
farmacéuticas que los fabrican, y deciden ignorar el efecto negativo en las abejas.
Para poner en contexto al lector, los neonicotinoides son aplicados como revestimiento de la semilla a sembrar, lo que posibilita que el insecticida circule dentro de la planta mientras está viva y hace que cualquier insecto que la vaya a consumir, muera. Pero los fabricantes alegan que las concentraciones a las que son aplicados estos químicos en los cultivos no son letales para las abejas. Sin embargo, el problema no es tan sencillo; los neonicotinoides también aparecen en el néctar y el polen,13 que son las materias primas que las abejas procesan y concentran en la colmena para fabricar su
alimento. En consecuencia, el alimento de las abejas
está envenenado y existe la posibilidad de que la concentración de estos productos aumente durante su procesamiento dentro de la colonia.
Por ejemplo, el néctar que liban las abejas tiene de 50-65% de azúcar y al transformarlo en miel su concentración aumenta a 80-83%.15, 16 17 Entonces es muy probable que ocurra lo mismo con los neonicotinoides; lo que está a bajas concentraciones en el néctar colectado en el campo puede aumentar un 30% en la miel; el mismo alimento contaminado que será utilizado para alimentar las larvas que conformarán las nuevas generaciones de abejas.
Debido a que los neonicotinoides dificultan la capacidad de orientación de las abejas para que puedan
regresar a las colmenas, se consideran como una de las causas del síndrome del colapso de las colmenas.
Este síndrome se comenzó a registrar alrededor de 2006 en Estados Unidos y Europa, y se puede pensar que eso sólo sucede en países industrializados. Sin embargo, estas naciones no se limitan a aplicar sus ideas en sus tierras, sino que las exportan y el resto del mundo las compra. Por tanto, no estamos fuera de peligro; de hecho, este fenómeno está ocurriendo en Argentina y probablemente en el norte de México.
Pero si estas sustancias se aplican en los cultivos que consumimos y provocan tales problemas en las
abejas, ¿qué sucede con nosotros? Aunque existe un debate en la comunidad científica respecto a la acumulación del glifosato en los tejidos de plantas y animales, y el posible efecto en su salud, esta sustancia se ha detectado en la leche materna y se encontró que su aplicación está relacionada con el incremento de la incidencia de enfermedades en la población de Estados Unidos, entre ellas, cinco tipos de cáncer, hipertensión e isquemias cerebrales.

URL de la Nota: https://bioteca.biodiversidad.gob.mx/janium/Documentos/15264.pdf

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